CRISPADORES PROFESIONALES. RUFIAN Y HERNANDO |
La crispación alcanza cotas peligrosas. "El templo de la palabra" se ha convertido por la relación numérica de escaños en el que más tenga "capaor" . Así hemos asistido en Senado, con mayoría absoluta del PP, al intento de linchamiento de la presidenta de Andalucía por su "gracejo andaluz". Por cierto, el Senador que la interpelaba actuaba como un inquisidor o un nazi.
El templo del diálogo puede convertirse en ciénaga, en patio de colegio, en tienda de camisetas y, lo que es más normal, en una taberna donde tipos patibularios profieren insultos en sus ajustes de cuentas. No es un producto de la nueva política porque siempre fue así. Históricamente, por su tribuna han pasado muy pocos Azañas y demasiados Cantinflas.
A estas alturas sigue sin saberse a ciencia cierta si el diputado de ERC Jordi Salvador, en adaptación peninsular de la flema británica, escupió a Borrell o si el ministro hizo un Neymar y se inventó el gargajo o lo confundió con resoplido.
Irrebatible sí fue, en cambio, la expulsión de Rufián del hemiciclo, que, muy a su pesar, no fue la primera como al de ERC le hubiera gustado. Le ganó por la mano —dicho sea sin ofender— el diputado del PP Vicente Martínez Pujalte (mayo de 2006), llamado también tres veces al orden y obligado a dejar la Cámara mientras retaba al presidente Manuel Marín a llamar a la Policía con la muñecas cruzadas ofreciéndose a ser detenido.
Por la novedad, lo de Pujalte causó mucho escándalo pero quizás el incidente más grave se produjo un año antes con el intento de agresión de Rubalcaba en los pasillos del Congreso por parte del popular Rafael Hernando. Corría el año 2005 y la Diputación Permanente debatía el incendio de Guadalajara en el que habían resultado muertos once brigadistas. Rubalcaba había acusado a los populares de mentir y de tener mucha cara. A la salida, Hernando se fue hacia él y, de no haber sido por Zaplana, Acebes y la fallecida Carme Chacón que se interpusieron en el camino de su brazo, el mamporro habría sido inevitable. El episodio quedó sin sanción. Desde entonces a Rafael Hernando se le conoce como "el navajero del Congreso".
Tambien a Labordeta le insultaron y biocotearon, pero el se supo defender y aunque el cantautor ni siquiera necesitara del auxilio de la presidencia para mandar a la mierda a los revoltosos o gilipollas al diputado Carlos Aragonés con más razón que santo. Labordeta los diagnosticó muy bien "gilipollas".
La ciudadanía anda ya curada de espanto de tanta ordinariez, de tanta chabacanería. El esperpento ha alcanzado tal dimensión que lo de menos es que el líder de la oposición acuse al presidente del Gobierno de traicionar a los muertos, como hizo Rajoy con Zapatero, o que Pablo Iglesias le recuerde a los socialistas un pasado de guerra sucia y cal viva. Se impone el espectáculo, el circo, la comedia. Nos asomamos a diario a un patio de vecinos donde se llama a gritos a los niños y al del butano, y donde se insulta al del tercero por sacar la basura a deshoras. La casa de la palabra lava a la vista sus trapos sucios. Da un poco de asquito pero es lo que hay.
CUALQUIERA DE ESTOS "POLLOS" LEVANTA TODOS LOS MESES MÁS DE SIETE MIL EUROS, MÁS TAXIS PAGADOS Y VIAJES DE GRATIS TOTAL.
Me hacen más gracia Cañita Brava o Mocito Feliz.
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