UNA MUJER PROTESTA POR LOS APLAUSOS A LOS SANITARIOS. ¡QUÉ LA CUIDE SU PASTELERA MADRE! |
Hasta donde está llegando el odio generado por Abascal, Casado y Ayuso que se protesta por los aplausos a los sanitarios que nos cuidan. Hace falta se muy mal nacido para esto.
Cacerolas contra aplausos, luchas de banderas y carteles en el ascensor: las riñas entre vecinos afloran en cuarentena.
"La próxima guerra civil será en una comunidad de vecinos".(Haro Teglen)
El sitio más apropiado para tener enemigos irreconciliables es una comunidad de vecinos. Pero sabotear el agradecimiento, mediante unos aplausos, al personal sanitario que cuida de los enfermos, con riesgo de su vida, pone de manifiesto una miseria moral más propia de una alimaña carroñera. Es lo que tiene alimentar el odio, como lo está haciendo Vox y Pablo Casado, son tal para cual. Han estado en la misma cuna y les ha mecido el mismo canalla José María Aznar Lopez y, la misma bruja, Esperanza Aguirre les infundió en sus pérfidas almas la maldad de la que hacen gala.
Pronto les tendremos que pedir cuentas por su miserable actuación ante una desgracia como la que tenemos por el coronavirus. No todo vale en política.
Esto pasa en las comunidades de vecinos.
"Si no es por la basura, es por las zapatillas que otro ha dejado sobre su felpudo", detalla. Y, lejos de favorecer la empatía y la comprensión, asegura que este encierro solo ha extremado las disputas y el tono de los insultos. "Hay días en los que pensamos que van a llegar a las manos", asegura.
En otras ocasiones, de lo único que echan mano es de un cucharón y de un puchero. Aunque las caceroladas se han sucedido desde el inicio del estado de alarma y casi siempre con una motivación ideológica, la del domingo pasado contra el Gobierno provocó más roces que ninguna al programarse a la misma hora que los habituales aplausos de las ocho de la tarde. Una réplica auspiciada por un partido en concreto, Vox, que intentó eclipsar al gesto que lleva casi cincuenta días uniendo a españoles sin signo político.
"En mi barrio hubo cacerolada a las siete. Pero a las ocho, cuando empezamos a aplaudir, de pronto volvieron los de las cacerolas hasta que acallaron todos los aplausos", dice Manuela (nombre ficticio), de 33 años y residente en el centro de Madrid. Y no es la única, sino que cada semana se celebran varias y en diferentes horarios. A veces, una única señora es quien inicia el jaleo con su olla y poco a poco se le van uniendo otros balcones.
"Yo trabajo y estudio en casa, tengo a personas cercanas enfermas y fallecidas por el coronavirus y duermo mal. ¿Por qué los que arman las caceroladas y las verbenas no piensan en los que solo necesitamos tranquilidad?", se lamenta Manuela, para quien las trifulcas vecinales no acaban ahí, sino que han pasado de los utensilios de cocina a las telas que cuelgan de la barandilla.
"El 23 de abril me apeteció colgar en el balcón la bandera comunera, pues mis raíces familiares están en Castilla y León. Estaba atándola con cuidado cuando una voz de hombre me gritó con tono de burla desde el edificio de enfrente", relata esta joven. "Aluciné con que me hubieran gritado, y más en un barrio plagado de banderas de España", donde, según ella, el vecino que la increpó expone dos con crespón. Apenas unos días antes, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno rechazó el uso del crespón como señal de duelo en la bandera institucional, lo que provocó que un ala de la derecha se apropiara del símbolo.
Por su parte, de todo lo que les ha llegado, lo que más le indigna son los carteles en contra de ciertos vecinos -cajeras, enfermeras o médicos- por trabajar en primera línea y exponerse a diario al coronavirus.
Esto se sabe como empieza pero no como acaba. Puede acabar con sangre. Por menos empezó el 18 de julio de 1936.
No hay comentarios:
Publicar un comentario