En política no hay nada peor que cerrar los ojos al tiempo político, que es lo que ha hecho Alberto Núñez Feijóo. No tanto con el resultado del PP, que ha subido de 3 a 15 diputados y sorpasado a Vox como pretendía, sino con la apuesta de Sánchez por la reconciliación y la amnistía que ha permitido abrir un nuevo ciclo en Catalunya. Su relato falaz sobre la llegada del Apocalipsis, el final del Estado de Derecho, la muerte de la democracia y el fortalecimiento del independentismo ha sido ya enmendado hasta por sus comunicadores de referencia. No por todos, pero sí por los más seguidos entre sus cuadros, que no han tenido reparo en admitir que con Illa de president de la Generalitat y con el independentismo sin capacidad para sumar una mayoría alternativa, la estrategia de Sánchez habrá sido un éxito inapelable.
La derrota tiene una dignidad que Feijóo aún no conoce. ¿Seguirá con la misma narrativa? ¿Virará la estrategia? Hace tiempo que algunos barones le avisaron de lo que venía y no hizo caso. Ahora, lo hacen quienes le susurran desde los micrófonos. Y algún día, más tarde o más temprano, necesitará a Junts como aliado. El trabajo previo ya se lo ha hecho Sánchez, pero él sigue sin enterarse, prefiere recrearse en un avance que a efectos de gobernabilidad es absolutamente intrascendente, como ya le ocurrió en Euskadi y celebrar que ha dado “un paso de gigante” con el que se dispone a doblar el pulso al PSOE en las europeas. Como no ocurra así, ya puede ir recogiendo el despacho de la séptima planta de la calle Génova. Por lo pronto, Sánchez echará el resto en esas elecciones para las que calienta motores desde este mismo fin de semana mientras sus continuas apelaciones a aglutinar el voto de derechas bajo las siglas del PP se han demostrado absolutamente baldías.
De pequeño me decían :"la educación se demuestra en la mesa y en el juego". En la mesa era no comer con las manos y en el juego saber perder. Son demasiados los que no saben perder.
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