Arrimadas reniega de la estrategia de Albert Rivera y de su propio pasado para intentar salvar a Ciudadanos
Ahora, después haber perdido el poder en Murcia como consecuencia de la fracasada moción de censura, y de comprobar cómo el PP les ha echado primero del Gobierno en Madrid y ahora del de Castilla y León, ha confesado que se equivocaron de estrategia. "Eran gobiernos que trabajaban bien y en los que había estabilidad", ha lamentado Arrimadas, que ha acusado al propio Casado de estar detrás de esas decisiones por intereses "personales". El principal, "tapar la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid" y apuntarse él un tanto en su carrera hacia La Moncloa, apuntó Arrimadas en una entrevista en El País.
La líder de Ciudadanos, sin embargo, olvida que hace tan solo tres años, en septiembre de 2018, Ciudadanos decidía también romper el pacto de investidura en la Junta de Andalucía que el líder regional, Juan Marín, había cerrado al inicio de esa legislatura con el PSOE de Susana Díaz. La excusa fue que la presidenta regional no estaba cumpliendo las medidas del acuerdo y había "defraudado a los andaluces". Su decisión precipitó el adelanto de las elecciones autonómicas que fueron fijadas para el 2 de diciembre. Pero entonces a Ciudadanos todo le sonreía. El partido se preparó para afrontar unos comicios que iban a marcar la hoja de ruta a un Albert Rivera mimado por el empresariado e idolatrado por su propia formación. El candidato del PP, el sorayista Juan Manuel Moreno, al que Casado no tuvo más remedio que apoyar para que repitiera para no agitar más las aguas internas de la formación en la que acababa de aterrizar, no acaba de despegar.
Un anhelado sorpaso en Andalucía que no llegó
Fallida moción de censura en Murcia y desaparición en Madrid
En Madrid ya sufrieron la desaparición después de que la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, también rompiera el pacto de coalición y echara a Ignacio Aguado y los consejeros de Ciudadanos del Gobierno para celebrar nuevos comicios el pasado 4 de mayo. La dirigente del PP, que en 2019 no ganó las elecciones sino que lo hizo el PSOE de Ángel Gabilondo, arrasó esta vez en las urnas y su imagen no deja de crecer desde entonces. Los pronósticos para Ciudadanos de cara a la repetición electoral de 2023 no pueden ser más trágicos. Levantar de cero al partido después de perder de una tacada 26 escaños que Aguado logró hace tanto solo dos años y medio va a ser una misión imposible para la líder de la formación, que ni siquiera tiene en la cabeza un nuevo candidato o candidata para afrontar ese difícil reto.
El detonante de esas elecciones fue lo ocurrido en Murcia, en donde Arrimadas fraguó una moción de censura con los socialistas que fracasó tras la traición de varios de los suyos. El resultado fue la pérdida de poder y la entrada de Vox en el nuevo Ejecutivo. Ahora tampoco tienen esperanzas de remontar. Allí también ganó el PSOE en 2019 al PP, por la mínima pero ganó. Ciudadanos era la llave para propiciar un gobierno de centro izquierda o centro derecha. Rivera optó también por perpetuar a un PP enfangado en la corrupción, y cerraron un gobierno de coalición con Fernando López Miras, el sucesor de Pedro Antonio Sánchez.
A todo esto hay que añadir la pérdida de Melilla, ya que Arrimadas decidió expulsar del partido al único presidente autonómico que lograron en 2019, Eduardo de Castro. La dirección del partido le acusó de haber ocultado su condición de imputado en un procedimiento penal "de extraordinaria gravedad" -supuesta prevaricación-. Unas acusaciones que De Castro negó por lo que no renunció a su cargo institucional, en el que permanece, mientras recurría el expediente sancionador. Además, tras estas acusaciones, el presidente autonómico presentó una denuncia ante la Fiscalía de Madrid contra Edmundo Bal por considerar que había vertido “injurias graves” sobre su persona al llamarle “corrupto” públicamente durante la campaña de las autonómicas de Madrid en las que fue el candidato.
Esa política de pactos, abandonando definitivamente el centro y apuntalando a un agónico PP con la ayuda de Vox, junto a la decisión de no querer abrirse siquiera a contemplar una abstención en la investidura de Sánchez, acarreó al exlíder de Ciudadanos duras críticas, bien por parte de algunos históricos fundadores de su partido, como el catedrático Francesc de Carreras que aseguró "no reconocerlo" y le tildó en un artículo de El País de "adolescente caprichoso"; o bien desde las filas de sus socios europeos, los liberales de Alde —ahora Renew Europe— que censuraron su tolerancia hacia la extrema derecha.
Al final, esa estrategia diseñada por Rivera y ejecutada por su ex número dos, José Manuel Villegas, acarreó al partido un severo coste político y el 10 de noviembre, tras repetirse las elecciones generales, Ciudadanos se desplomó y paso de 57 escaños a tener tan solo 10, que han terminado siendo 9 tras la marcha de uno de los diputados -el sevillano Pablo Cambronero- al Grupo Mixto. Desde entonces, Ciudadanos no solo no ha levantado cabeza con Inés Arrimadas al frente del timón, sino que todo ha ido a peor.
Peor que adolescentes caprichosos, niñatos creídos que se iban a comer el mundo y su propia estulticia les ha devorado.
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