DOÑA CRISTINA - URDANGARIN
Un matrimonio que sobrevivió al fango de Nóos: de la imputación de la Infanta a los correos del "duque em...palma...do"
Todos fuimos testigos de como Cristina asumió el papel de "yo lo que diga mi marido". Más propio de los tiempos de su abuela que de los de una mujer universitaria y que trabaja en una entidad financiera.
El juicio fue una escenificación de la desvergüenza. Desde el fiscal que se convirtió en su abogado defensor hasta la maniobra de su defensa que puso a Cristina como una persona "tan enamamorada de su Iñaki que firmaba lo que la ponian delante sin mirarlo". Ya digo, "yo lo que diga mi marido".
Asistimos a que la Agencia Tributaria, gestora y vigilante de nuestros caudales, en un claro ejercicio de interpretación sesgada y prevaricadora diera por buenas unas facturas falsas. Tan falsas que le entidad emisora dijo tajantemente "que no eran suyas". De haber dado la calificación de falsas a las facturas, el delito de Cristina hubiera supuesto pena de carcel por fraude fiscal.
Los correos de Urdangarin denotan la chuleria del prepotente; cómo no iba a serlo si era duque de Palma y tenía la venia del rey Juan Carlos. Nunca tuve la menor duda que Urdangarín actuó con pleno conocimiento de Juan Carlos, hasta que la cosa se salió de madre y un mandado de Juan Carlos, Fontao le mandó parar y poner tierra por medio.
El delito ya estaba cometido y ahora tocaba taparlo. El juez instructor tubo toda clase presiones para sacar adelante la instrucción y llevar a juicio a Urdangarin y a Cristina.
A los largo de juicio oimos muchas veces el "no me consta" de Cristina. Todo sea por salvar a la infanta Cristina, aunque se enlodara en el fango salvó su matrimonio con Urdangarin.
Iñaki sale de la carcel y se va a vivir a Vitoria, Cristina vive en Suiza: ¿a quien puede extrañar que Iñaki busque relaciones?
Ahora toca que la prensa de los menudillos haga sangre.
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