Franco no murió el 20-N". Habla el embalsamador y
último testigo
El forense Antonio
Piga cuenta la trastienda de las últimas horas de Francisco Franco.
"Cuando lo embalsamé, llevaba varias horas muerto". ¿Por qué se
manipuló la fecha de la defunción?
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19.11.2017 – 05:00 H. -
ACTUALIZADO: 20.11.2017 - 16:01H.
En la facultad de Medicina de la Universidad
de Alcalá hace tanto frío que se podría conservar un cadáver sin necesidad de
pedir ayuda a Antonio Piga, referencia de la
medicina forense en España, hijo y nieto de forenses de prestigio. Piga,
profesor emérito de 78 años, nos recibe en un despacho del departamento de
Medicina Legal para hablar de su rol como embalsamador y último testigo de la
muerte de Francisco Franco, de la que este lunes
se cumplen 42 años.
Que su relato de las últimas horas del dictador valga para
rodar un 'thriller' no nos debe
despistar: Piga ofrece suficientes datos históricos como para hacer tambalear
una de las fechas más icónicas del siglo XX español: el 20-N.
Los preparativos
21 de octubre de 1975, 20.10 horas, primera
nota de prensa de la Casa Civil para atajar los
rumores sobre el estado de salud de Franco: “En el curso de un proceso gripal, Su
Excelencia el Jefe del Estado ha sufrido una crisis de insuficiencia coronaria
aguda que está evolucionando satisfactoriamente, habiendo comenzado ya su
rehabilitación y parte de sus actividades habituales. A las diecinueve horas
del día de hoy, Su Excelencia el Jefe del Estado recibió en su despacho al
presidente del Gobierno, con quien mantuvo una conversación de cuarenta y cinco
minutos”. ¿Todo en orden?
Muy bien no debía estar Franco, porque el día antes
había arrancado el operativo secreto para su embalsamamiento. Vicente Pozuelo, médico personal de Franco, contactó con Antonio Piga, entonces Director
del Centro Nacional de Especialidades Quirúrgicas. "Me dijo confidencialmente que Franco estaba muy mal, y que hablara con mi
padre (Bonifacio Piga, catedrático de
Medicina Legal) por si quería dirigir el embalsamamiento", cuenta el
forense.
Había motivos más que de sobra para ponerse en lo peor: "Franco había sufrido un infarto muy serio, y
su recuperación era más que complicada", diagnostica Piga.
Los Piga (padre e hijo) se pusieron en marcha:
"Compramos discretamente el material necesario para el embalsamamiento
(batas, instrumental, líquidos, maquillaje cadavérico, bomba de inyección) y lo
metimos en dos maletas enormes que escondimos
en el maletero de mi coche". A instancias de las autoridades, se optó por
un embalsamamiento para un cuerpo que estaría expuesto al público unos días (es
decir, que los detalles de la futura capilla ardiente en el Palacio Real
también estaban en marcha). La idea de hacer un embalsamamiento permanente a
lo Stalin o Evita -mucho más laborioso- se descartó desde el principio.
A partir de entonces, y hasta la noche del 20-N, la
misión de Antonio Piga consistió en esperar una llamada de teléfono: "Tenía que estar localizable a cualquier hora" -recuerda-, lo
que no era tan sencillo: no contaba ni con móvil (estamos en 1975) ni con
coche: "No lo usaba por miedo a que me lo robasen o a tener un accidente:
en el maletero llevaba productos potencialmente tóxicos".
Luego llegaría -2 de noviembre- un momento dantesco
del que Piga no fue testigo, pero que es necesario recordar para comprender las
condiciones del ingreso hospitalario de Franco: la rocambolesca operación a
vida o muerte en un quirófano improvisado en un cuartucho del Palacio de
El Pardo, que incluyó: a) el traslado del Caudillo -desnudo y con una hemorragia descontrolada- envuelto en una
alfombra (la camilla era más ancha que un tramo de las escaleras) y b) un
apagón de plomos en plena intervención. Pese a todo, Franco sobrevivió, pero no
quedó más remedio que dejar de aparentar normalidad e internar al enfermo (ya
medio moribundo) en el hospital La Paz.
La noche de autos
La llamada de teléfono más esperada llegaría el 19 de
noviembre a las 10 de la noche. "Vicente Pozuelo nos dijo que nos
preparásemos para salir hacia La Paz en cuanto recibiéramos otra llamada",
recuerda Piga. El segundo telefonazo llegó
exactamente a las 00.00 horas del 20 de noviembre. Llegaron al hospital
media hora después y tras sortear a la prensa por la puerta de atrás.
Igual pensaban que anunciando la muerte
de madrugada amortiguaban su impacto y mitigaban las posibles protestas, ya que
le pillaría a casi todo el mundo en la cama
Cuando entraron en la habitación de Franco (00.40
horas), se llevaron la primera sorpresa: nada hacía indicar que allí hubiera
muerto alguien hacía pocos minutos, sino más bien hacía unas horas. "La habitación estaba vacía, libre de aparatos, y Franco estaba desnudo
sobre la cama cubierto con una sábana. Habían sacado de la habitación todo lo
que se podía sacar más allá de lo estructural de cualquier habitación de
hospital", aclara Piga. Ni rastro de los aparatos que habían mantenido con
vida a Franco durante su larga agonía.
"Nos quedamos allí los cuatros solos". O
sea, Antonio Piga, su padre, el doctor Modesto
Martínez-Piñeiro, antiguo director del Instituto Anatómico Forense, y Antonio Haro Espín, especialista en anatomía y embalsamamientos. El
equipo procedió: inyecciones intraarteriales del líquido conservador (mezcla de
formaldehído, agua y alcohol) en las carótidas de Franco y evacuación de sangre
venosa, no sin algunos problemas para evitar fugas por los vasos seccionados:
"No es que el cuerpo estuviera en mal estado, pero habría sufrido varias
operaciones quirúrgicas", aclara el doctor.
Comprobado que el líquido conservador funcionaba -endurecimiento de los tejidos del finado- dieron la operación por terminada y
miraron el reloj: eran alrededor de las cuatro de la madrugada del 20 de
noviembre. "Cuando lo embalsamé, llevaba varias horas muerto",
asegura tajante Piga. El apaño cronológico (que se sigue dando por bueno cuatro
décadas después) estaba servido...
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Primera página del acta notarial del fallecimiento de Franco. (Archivo
Gráfico de la Carta de España)
El acta notarial del fallecimiento de Franco aseguró
lo siguiente: "Su Excelencia el Jefe del Estado, Don Francisco Franco
Bahamonde, ha fallecido en la Residencia Sanitaria de la Paz de la Seguridad
Social, de Madrid, a las cinco horas y veinticinco minutos
del día veinte de noviembrepor parada cardiaca, como episodio final de un shock
tóxico por peritonitis. […] Firmado: Doctor Vicente Pozuelo Escudero". El
acta estaba firmada por, entre otros, el Presidente del Gobierno (Carlos Arias Navarro). La segunda diligencia fue firmada por el Príncipe
de España, Juan Carlos de Borbón y Borbón.
Si hacemos caso al acta oficial de la muerte, Franco
fue embalsamado (4.00 horas) hora y media antes de morir (5.25 horas). Algo
había que hacer con la certificación del embalsamamiento. "Pues sinceramente no me acuerdo de qué autoridad nos pidió que cambiáramos el
acta, quizá fue Pozuelo, pero insisto en que no lo recuerdo; lógicamente tuvimos
que cuadrar la hora del acta de embalsamamiento para que la hora de la muerte
fuera verosímil", cuenta Piga 42 años después.
Dicho y hecho: según la documentación oficial, el embalsamamiento de Franco comenzó a las 5.30 y acabó a las 10 de la mañana. Pero esa cronología era absolutamente imposible, pues el equipo de embalsamadores había salido de La Paz a las 6 de la mañana camino de la iglesia de El Pardo para asistir a una misa 'de cuerpo presente' con Carmen Polo, viuda de Franco.
Tuvimos que cuadrar la hora del acta de
embalsamamiento para que la hora de la muerte fuera verosímil
¿Que por qué el franquismo decidió que Franco se
muriera el día 20 en lugar del 19? He aquí una pregunta que tiene varias
respuestas posibles, al igual que la cuestión sobre el alargamiento artificial de la vida del dictador, que como poco sirvió
para preparar con calma el día después, ese dejarlo todo "atado y bien
atado" del que hablaba Franco de vez en cuando. Cuenta la leyenda que
alguien decidió que Franco muriera el mismo día que José Antonio Primo de Rivera (20-N), aunque el doctor Piga tiene otra
teoría -"maquiavélica, si se quiere"- que quizá se ajuste
mejor a la inestable coyuntura política del momento:
"Igual pensaban que anunciando la muerte de
madrugada amortiguaban su impacto y mitigaban las
posibles protestas, ya que le pillaría a casi todo el mundo en la cama. O
no...". El médico, por tanto, se muestra muy cauto a la hora de valorar
los motivos ocultos; sabe que la fuerza de su testimonio radica en limitarse a
contar lo que vivió como testigo directo. "Tampoco me atrevo a dar una
hora exacta del fallecimiento, pero es evidente que Franco murió varias horas
antes del 20-N", zanja Piga.
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