¿Cómo se puede en una monarquía, donde el ser deviene por herencia, renunciar sólo a la parte dineraria sin cuestionar, en el mismo acto, a la corona que se ha recibido por herencia también?
España salía de una dictadura que había durado 40 años, el dictador había muerto en la cama y había dispuesto -para acabar con la posibilidad de que se abriera el debate sobre una tercera República- que su sucesor fuera un rey Borbón. El elegido por Franco, en detrimento de su padre Don Juan, Conde Barcelona, fue Juan Carlos, quien siempre le sería fiel y el que nunca condenó a la dictadura en 40 años de reinado. Basta recordar sus palabras de 1969: «Para mí (Franco) es un ejemplo vivo, día a día, por su desempeño patriótico al servicio de España, y además le tengo mucho afecto y admiración».
Los españoles fueron así empujados a aceptar la restauración borbónica sin posibilidades de oponerse: el planteo no admitía variaciones. Eran lentejas y había mucho hambre de libertad y de democracia, aunque esta fuera por la vía de una monarquía parlamentaria. Ya se encargaron bien los responsables de este acuerdo de difundir la idea de que era el único camino posible para acabar con la dictadura, dictadura que no había sido derrotada, sino que iniciaba su propio aggiornamento democrático europeo. España aceptó este plan como el mal menor y como una salida de compromiso para hacer conciliar lo que se dio en llamar “las dos Españas”.
Todo esto muestra que la monarquía basa su legitimidad de origen en el deseo de un dictador y no en la voluntad democráticamente expresada por el pueblo español. Nunca hubo un referéndum específico sobre República o Monarquía. Claro que hablar de democracia y monarquía es de los oxímoron más llamativos que hay en el mundo.
De este modo, la ilegitimidad franquista de la actual monarquía es uno de los grandes problemas que persisten después de más de 40 años de democracia y del cual no se quiere saber nada. Es algo que todo el mundo sabe, aunque se insista en no darle valor y en olvidar. Es un hecho que se reprime de la consciencia y que se vela para seguir adelante. Hoy podemos comprobar cómo esta ilegitimidad reprimida retorna y se manifiesta bajo el modo de un rey corrupto, que intenta apartarse de los focos sin renunciar a los honores de ser considerado su majestad en tanto rey emérito. La monarquía, como parte del proyecto franquista, es uno de los síntomas de España.
Pasamos del "Caudillo de España por la gracia de Dios, a Juan Carlos I designado e inviolable". Que cada cual saque sus conclusiones.
|
miércoles, 12 de agosto de 2020
SI SE RENUNCIA A LA HERENCIA SE RENUNCIA A TODA, NO A UNA PARTE. LA PODRIDA QUE HUELE MAL
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario