EL TORTURADOR GONZALEZ PACHECO MUERE POR CORONAVIRUS |
Ya no hay que quitarle las medallas al torturador que le dio Rodolfo Martín Villa, otro hombre del franquismo responsable de los asesinatos en Vitoria a manos de la Policía Nacional, los grises. A Billy el Niño, como le gustaba que le llamaran, ya en la supuesta democracia, le concedieron más medallas pensionadas, le hicieron subir la pensión un 50% más. Resulta repugnante que en España no se hayan pedido responsabilidades por estos crímenes de lesa humanidad. El año pasado, Gonzalez Pacheco, Billy el Niño fue invitado a una comisaria a festejar la patrona de la Policia.
‘Billy el Niño’, invitado de honor en una comisaría de Policía
El que fuera uno de los máximo torturadores del Franquismo celebró junto a cargos policiales el patrón de la Policía
No parece muy digno hacer invitado de honor a un torturador, salvo que los que le inviten sean como él. Tiene su gracia que sea el coronavirus quien se lleve por delante a un torturador de Franco y que la "Justicia" ¿Justicia? no haya movido un dedo por pedirle responsabilidades por sus torturas.La Fiscalia está para encarcelar sin motivo a los 'titiriteros' .En la España posfranquista se ha seguido torturando por parte de la policía. Hay infinidad de sentencias firmes que lo corroboran. Era una practica heredada de la "Inquisición". Torturar al reo hasta que se declare culpable y, con esa declaración se los condenaba a muerte. En septiembre de 1975 Franco ejecutó, asesino, a cinco personas condenadas por un tribunal militar cuya única prueba de cargo fueron las declaraciones de los condenados obtenidas mediante torturas, según declararon los reos durante el juicio. Esta pruebas obtenidas bajo torturas, nunca debieron ser consideradas por el Tribunal Militar del juicio Sumarimo que los condeno a muerte. Lo mismo que se hizo con Julia Grimau, que lo tiraron por una ventana de la DGS de la Puerta del Sol y claro no pudo faltar el fascista de Manuel Fraga Iribarne que inundó de mentiras toda la prensa. Era el ministro de la propaganda de Franco. Y estábamos en una dictadura criminal y asesina, en la que Jaime Mayoy Oreja, ministro del Interior de Aznar decía "que había una placidez absoluta". Será canalla el tiparraco.
Con Franco había carta blanca para torturar a los detenidos, de todo tipo y condición. No hace tanto que hicieron desaparecer a El Nani, un maleante que fue torturado y "desaparecido" por la mafia policial que atracaban joyerías. "Del Nani no quedan ni los dientes" dijo un policía implicado en su desaparición.
Con Felipe Gozalez el caso Lasa y Zabala, torturados hasta la muerte y enterrados en cal viva. El caso Almeria fue un ejemplo de los métodos empleados por la Guardia Civil con los miembros de ETA, en este caso equivocados.
El caso Almería fue el nombre que recibió el proceso en el que se juzgó a varios miembros de la Guardia Civil por la tortura y asesinato de tres jóvenes en Roquetas de Mar, el 10 de mayo de 1981.
En 1981 ya estaba aprobada la Constitución y era tan de obligado cumplimiento como hoy, pero los metodos no se cambian de la noche a la mañana. Los torturadores se mueren siendo torturadores. No Hace mucho un general de la Guardia Civil dijo sin empacho "el que diga que no se la escapado una hostia":
«Quien no ha soltado una hostia en esta Guardia Civil, es que ha trabajado poco», asegura el coronel Barceló. «Yo, así de veces, luego ya veremos lo que hay que escribir».
Lo malo de todo es por una parte del pueblo estaba bien visto este tipo de violencias. Los mayores hemos sufrido la violencia de los maestros sádicos, algunos nos sabíamos defender y les respondíamos poniéndole una estufa encima de la puerta y cuando la abrió se le cayo encima. Nos miró y nos vio con tal cara de seguir en la pelea que se marchó y no volvió nunca más. Era un sádico rebotado de cura que llevaba un palo escondido debajo de la chaqueta.
La tortura y los malos tratos forma parte de la vida cotidiana. vemos como la policía se excede y lo que hacen es prohibir que los graven. La Ley Mordaza de Frenandez Díaz multa por grabar a un policía pegando palos a todo lo que se mueve. Luego están los sindicatos-gremiales que los defienden y la prensa miserable que los justifica, ¿verdad Manu Marlasca?
Lidia Falcón fue torturada hasta la saciedad en el otoño de 1974. Fue golpeada, insultada y humillada. Pero no sólo en prisión. También en los medios de comunicación del régimen. El diario ABC no dudó en publicar su foto en portada y relacionarla con el atentado que ETA había cometido en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy cerca de la Puerta del Sol, el 13 de septiembre de 1974. Falcón no tenía nada que ver con aquella masacre. Pero para la Policía, para el régimen y para sus adeptos todo daba igual. Fue detenida en Barcelona y trasladada a Madrid tres días después del atentado. Llegó a pensar que no saldría de la cárcel. Que la matarían antes. Franco estaba a punto de morir y el odio de su Brigada Político y Social andaba suelto por todos los rincones del Estado. Tortura hoy que mañana ya no se podrá, debieron pensar.
La abogada, escritora, y fundadora del Partido Feminista ha tardado 40 años en recuperar aquel dramático episodio de su vida. Aquellos nueve meses que pasó en prisión y los nueve días que sufrió los interrogatorios de Billy el Niño y Roberto Conesa. Lo ha mantenido oculto, en la medida de lo posible, no sabe muy bien por qué, dice. Cada víctima maneja como puede el trauma de la tortura. Cada persona tiene un mecanismo de defensa. El silencio y el disimulo fue el método elegido por Falcón.
"Me detuvieron hasta siete veces entre 1960 y 1974, pero lo que viví durante aquella detención no se lo he contado a nadie"
Ahora, cuarenta años después, se ha decidido a poner estas torturas por escrito y presentar una denuncia ante la embajada de Argentina en Madrid para adherirse a la llamada Querella Argentina, la única causa judicial que investiga en estos momentos los crímenes de la dictadura franquista y de la Guerra Civil.
"Me detuvieron hasta siete veces entre 1960 y 1974, pero lo que viví durante aquella detención no se lo he contado a nadie. ¿Por qué? No lo sé", relata a Público Lidia Falcón, que señala que finalmente se ha decidido a dar el paso y presentar la denuncia para "ayudar a los compañeros que tanto esfuerzo están realizando para terminar con la impunidad del franquismo".
Nueve días en la DGS
El 16 de septiembre de 1974, tres días después del atentado de ETA, la Brigada Político Social (BPS) acudió al despacho de Lidia Falcón para detenerla y trasladarla a Madrid acusada de participar en el atentado realizado con una carga explosiva en la Cafetería Rolando de la calle del Correo de Madrid, lugar frecuentado por policías de la BPS de Madrid. No tenían pruebas. Probablemente, incluso conocían que Falcón no estaba implicada. Pero daba igual. La subieron a un coche y la trasladaron a Madrid. También a su hija y a su compañero, Eliseo Bayo. No la dejaron ni ir al baño en las 12 horas del viaje.
La colgaron con dos pares de esposas a dos ganchos que estaban en el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado pequeñas
Lo peor, obviamente, estaba por llegar. Falcón pasó nueve días en aquellas dependencias del terror franquista. "Allí tiraron a Grimau por la ventana. Han torturado hasta inutilizar. Una piensa que es posible que no lo cuente, que no salga", relata Falcón frente a la Embajada de Argentina en Madrid."Estaban rabiosos y deseosos de venganza. No hay que olvidar que acababan de morir 13 personas y había 84 heridos", prosigue Falcón.
Un médico la auscultó nada más llegar. "¿Padece usted alguna afección?", le preguntó. "Acabo de sufrir una hepatitis", respondió la mujer. Billy del Niño y Conesa ya tenían el blanco perfecto para destrozar a su víctima: "Me golpeaban en el estómago y en el hígado y me tiraban de los brazos que parecía que se salían". Así durante tres días. Sin dormir, ni comer, ni beber. Entre golpe y golpe, además, le hablaban sobre su hija: "Está en los calabozos. Quizá se eche novio".
Un médico la auscultó nada más llegar. "¿Padece usted alguna afección?", le preguntó. "Acabo de sufrir una hepatitis", respondió la mujer. Billy del Niño y Conesa ya tenían el blanco perfecto para destrozar a su víctima: "Me golpeaban en el estómago y en el hígado y me tiraban de los brazos que parecía que se salían". Así durante tres días. Sin dormir, ni comer, ni beber. Entre golpe y golpe, además, le hablaban sobre su hija: "Está en los calabozos. Quizá se eche novio".
Pasadas las 72 horas del plazo de detención, se personó en la celda donde estaba presa el juez instructor, el comandante del Juzgado Militar nº 1 de Jueces y Oficiales de Madrid, y tras un largo interrogatorio, Falcón firmó una declaración en la que no reconocía su participación en el atentado ni relación alguna con los terroristas. "Me llegó a preguntar sobre la implicación de la CIA en el atentado", rememora Falcón, que describe cómo el juez se daba golpes en el pecho mientras exclamaba: "No acepto traiciones a este uniforme". Un sádico de uniforme, había muchos.
Después el oficial se fue y la dejaron nuevamente en su celda. Y al día siguiente Billy el Niño y Conesa volvieron a por ella. La colgaron con dos pares de esposas a dos ganchos que estaban en el techo, pero las muñecas de Falcón eran demasiado pequeñas. Sus 50 kilos de peso no daban para llenar aquellas esposas. Falcón caía una y otra vez. Finalmente, la ataron con cuerdas y comenzaron a propinarle puñetazos en abdomen, estómago e hígado.
Los ojos de Billy el Niño
"¿Recuerda alguna frase que le dijera Billy el Niño durante el interrogatorio?", le pregunta el periodista. "Sí. Claro. Hay una que no se me olvidará. Nunca. Mientras me golpeaba en el estómago me dijo: 'Ahora ya no parirás más, puta'", responde Falcón, que recuerda que tras aquellos interrogatorios ha tenido que operarse hasta cinco veces para tratar de paliar las consecuencias de aquellas torturas en hombros, estómago y matriz.
Cuando se desmayaba la desataban y la tendían en el suelo. La despertaban con un cubo de agua.
Como otras víctimas de Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, Falcón recuerda bien aquella cara. Esos ojos que chispean ante el dolor ajeno, que disfrutan infundiendo terror y ejerciendo la superioridad que otorga tener a la víctima atada y vía libre para torturar. "Era un sádico. Le gustaba. Se veía que disfrutaba de esos momentos", prosigue Falcón, que reconoce que en la mayor parte de las sesiones terminaba perdiendo el conocimiento.
Cuando se desmayaba la desataban y la tendían en el suelo. La despertaban con un cubo de agua. Después el médico la reconocía, miraba el blanco de los ojos y le tomaba la tensión. "Dejénla descansar", solía recomendar. Este medico al servicio de los torturadores era un engranaje más del sistema. Un canalla miserable al que nadie molestó jamas. Ella quedaba en el suelo, mojada, durante horas, hasta que la bajaban a la celda. Al día siguiente, las torturas continuaban. Al sexto día los torturadores no pudieron seguir con las mismas sesiones. Ya no podían colgarla de la pared porque perdía el conocimiento rápidamente a causa. Entonces, cuando despertaba, seguía recibiendo puñetazos y patadas tirada en el suelo.
Pacto de silencio
Al noveno día la trasladaron a la Prisión de Mujeres de Yeserías en Madrid. Tenía rotos los tendones supraespinosos de los dos brazos y rasgados la matriz y los músculos del abdomen. Estuvo nueve meses en aquella prisión. Hasta el 11 de junio de 1975 cuando le concedieron la libertad provisional bajo la fianza de 30.000 pesetas. A pesar de estar acusada, nunca fue juzgada. De hecho, nadie fue juzgado por aquel atentado de ETA. Ni ella, ni los otros 21 procesados.
Falcón acudió años más tarde al Archivo Histórico a buscar aquellos expedientes. El de esta estancia en prisión, la anterior y las siete detenciones. No existían. Su nombre sólo aparece en documento que recoge una conversación mantenida por dos policías. "Todo ha sido eliminado. Es parte del pacto de silencio la Transición. Todo aquello queda atrás. No hay culpables. No hay condenados. No hay investigaciones. España es un país único y el bipartidismo tiene gran parte de la culpa", sentencia Falcón.
Falcón acudió años más tarde al Archivo Histórico a buscar aquellos expedientes. El de esta estancia en prisión, la anterior y las siete detenciones. No existían. Su nombre sólo aparece en documento que recoge una conversación mantenida por dos policías. "Todo ha sido eliminado. Es parte del pacto de silencio la Transición. Todo aquello queda atrás. No hay culpables. No hay condenados. No hay investigaciones. España es un país único y el bipartidismo tiene gran parte de la culpa", sentencia Falcón.
¿Y el juez militar que consintió las torturas? ¿Y el medico que sabía de las torturas? Miserables colaboradores de los torturadores. ¿Quien eliminó los expedientes? No puede haber pacto de silencio con los crímenes cometidos en la DGS de la Puerta del Sol. Todavía hay gilipollas que dicen con Franco había un Estado de Derecho. Fueron muchos los colaboradores en las torturas que se beneficiaron de la Ley de Amnistía. La Amnistía se hizo para quitar culpables franquistas de posible juicios y se vendió como que era para sacar a Marcelino Camacho de la cárcel. La España de las mentiras.
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