La cosa empezaba con "entrar en caja". Eso pasaba el año que cumplías los 21. Te llegaba una notificación de la Junta de Distrito de tu Ayuntamiento y allí que te presentabas a que te "tallaran", los datos que te tomaban eran los de la Cartilla Militar, La Verde. Luego venia el sorteo. Te podía tocar a Africa: Sahara, Ceuta, Melilla y Canarias, lo más normal es que te quedaras en tu región. A mi me tocó a Melilla. Era por numero adjudicado. La cosa iba con letras. Mi año los de la -G- fuimos a Melilla.
Hicimos el campamento en Almeria. Alvarez Sotomallor. Un verdadero asco. Los instructores eran los veteranos, la mayoría semi analfabetos. Los Cabos y Suboficiales eran unos borrachos gorrones y con la mano muy larga. En aquellos tiempos las hostias eran lo común, se repartían más hostias que en las iglesias. La tropa tenía un porcentaje altísimo de analfabetismo. La comida era muy mala y muy escasa, se robaba a manos llenas. La instalaciones eran naves para 200 personas. Allí te pasabas cuatro meses y aprendías cuatro cosas mal contadas que no te hubieran servido de nada en caso de conflicto.
Por fin un día nos mandaron a Melilla. A mi me tocó la Brigada Topográfica de Estado Mayor, el mejor destino posible, eramos seis soldados, un Teniente inútil, un Sargento borracho y gorrón y un cabo primero, hijo del Teniente, tonto de concurso. No teníamos nada, nada, nada, que hacer. Perder el tiempo miserablemente. Eso sí, sin salir de Melilla y con una Policía Militar peor que la Gestapo. Como sería la cosa, que unos llamamientos antes del mio, seis miembros de la Policía Militar que se habían subido al barco camino de Almeria, ya licenciados, no llegaron a Almeria. ¿?. Desde entonces los licenciaban solos, unos días antes o unos días después.
¿Para qué sirvió aquello? A mi para perder el tiempo, dos cursos perdidos. Y para llegar a la conclusión que los militares que yo conocí eran una panda de fachas en todos los aspectos de su vida. El sargento, ya digo un borracho y un gorrón, pretendió que yo le trajera a Madrid unos altavoces para unos amigos. Allí se quedaron. Por supuesto que no me despedí de ninguno y al cabo primero que nos acompañó hasta el barco no le di la mano cuando me la tendió. Valiente cabrón.
El viaje de vuelta en barco a Almeria fue en un Ferris con la bodega llena de jergones de paja, luego en un tren camino de Madrid. Digo camino porque en Baeza nos escapamos en un taxi y llegamos a Madrid a las doce de la noche y no a las diez de la mañana del día siguiente.
Había que pasar la revista de la cartilla militar todos los años. Y yo aprovechaba alguna visita al Colegio de Arquitectos para pasar la revista. Un año la pasé el día 30 de diciembre y un Comandante que me la firmó me dice:"tiene usted todo el año para pasar la revista", y yo le contesto :"por eso vengo hoy". El fulano se quedo muy cortado. Anda y que les den.
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