Estamos en diciembre de 1986, de paso para Egipto hicimos un día en Sophia, Bulgaria, en que maldita hora. Llegamos al aeropuerto a la anochecida, hacia un frió intenso de unos ocho grados bajo cero. En las pistas había medio metro de nieve acumulada. Nos tenían que venir a buscar al aeropuerto. Pasa el tiempo y no viene nadie, se reclama y da lo mismo. Los locales que tenían que coger el BUS municipal, salían por turnos para no morir congelados. Por fin llega el BUS, destartalado que parecía que en el próximo bache se descuajaringaba por completo. Llegamos al hotel y el conductor no para y nos lleva a un aparcamiento de BUSES algo retirado. Aparca encajonado, de forma que casi no podíamos salir del coche. En el suelo había dos palmos de nieve. El pollo nos dice que si tenemos baluta , divisas para cambiar. Lo más suave fue un vete a tomar p.c. cabrón.
Llegamos al hotel como pudimos, no era época de troler. La maravillosa organización hotel-agencia, no había previsto el retraso en la recogida del aeropuerto y no quedaba cena. Las cocinas ya estaban cerradas y la noche se presentaba dura. En esto que aparece un fulano con un carrito con bolsas con cenas, para otro avión de finlandeses que llegaban más tarde. Yo, que ya hacia mucho que había hecho la mili y es donde se aprende que cuando veas algo de comer, cógelo, escóndelo y no preguntes. Y así lo hice, cogí tres bolsas, para nosotros y mi cuñada, y las dije "desaparecer de aquí". Al poco aparece un fulano diciendo que se devolvieran las bolsas que no eran para nosotros que eran para otros. Mis tres bolsas no fueron restituidas, naturalmente, y gracias a eso cenamos.
Por la mañana bajamos al desayuno y los finlandeses nos había devuelto la jugada, habían bajado antes y se habían comido todo. No teníamos nada. Yo me acerco al que parecía el jefe de la banda y asomo un billete de 10 dolares por el bolsillo, y en el idioma internacional de la mímica le digo que para tres personas queremos desayunar. El pollo, sin ningún disimulo me dice que le siga y nos lleva a una zona apartada donde nos traen de todo para desayunar. Le doy los diez dolares y me dice que si quiero más cosas para luego. Le digo que sí, y nos trae tres bolsas como las de la noche. Los cabrones la nuestras la estaban revendiendo. Salimos a ver la ciudad y veo un espectáculo que me abochornó . Ya he dicho que hacia un frió polar, las calles estaban heladas y tenían a unas pobres mujeres con unas barras de hierro picando el hielo dirigidas por un miserable bien abrigado. Me acerco al sujeto y en francés le digo < que me parece miserable que unas pobre mujeres estuvieran haciendo eso > y oh casualidad hablaba francés, y me contesta muy chulo que era su obligación porque eran jubiladas y el pueblos lo necesitaba> le puse a parir y terminé diciéndole que pusiera a su madre a picar nieve. Le di la espalda y me fui. Y dije como Santa Teresa de Segovia, de esta gente ni el polvo de las zapatillas.
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