Los restaurantes españoles son algunas veces como confesionarios. Somos de hablar en tono alto, y entre el vino y la comida se nos va soltando la lengua con facilidad.
Estamos en un comedor de aproximadamente 4 X 3,50 mts. Las mesas están próximas y si se sube el tono los comensales próximos se enteran de todo. Y esto es lo que me ha pasado este mediodía. En la mesa frente a mi estaban dos parejas entradas en años, jubiladas de buen ver. Él que llevaba la voz cantante era de Bilbao, porque no paraba de decir la hostia, la re hostia, y más cosas inconfundibles de uno de Bilbao Su pareja empezó dominando el terreno, mandaba y templaba a su gusto, una mujer de las de moverse la melena como reafirmando su posición. Todas las iniciativas la llevaba ella, hasta que le dio la alternativa a su maestro. Este pisó firme el terreno y empezó a soltar:" yo que he viajado por todo el mundo", y a continuación relataron su viaje por Israel. Los acompañantes no podían meter la cuchara, era un torrente de información acompañado con el consabido <maravilloso>. Pero lo bueno empieza ahora, sin venir a cuento empieza un relato de lo que le ocurrió en Bruselas, en un piso maravilloso que le pagaba la empresa y que costaba un millón al mes, se nota que era de Bilbao .Resulta que él era agnóstico, puntualiza de primeras, y de repente tiene una visión de toda su vida anterior pasando por delante de el con una gran luz. Según cuenta, le pasaron sus cuarenta años de vida anterior a una gran velocidad y lentamente, este matiz no me ha quedado muy claro. Y dice "desde ese momento me invadió una gran paz". La pareja dice "a mi también me invadió una gran paz".
Digo yo ¿como era el pollo antes de la aparición mística?. Porque si ahora son dos personas plenas de paz, antes debían ser de no arrimarse ni de lejos. El caso es que el sujeto lo quería contar y que se le oyera bien. Pues nada ,oído queda.
Otra mesa estaba ocupada por una pareja muy típica de ahora, un mozo de 70 corridos, bien cuidado, con gafas de los pijos, acompañado de una joven con toneladas de botos en la cara. Parecía una muñeca pepona, casi no podía ni abrir la boca para comer. El la llenaba la copa un poco más que la suya. Viejo truco para la siesta posterior. Pidieron los más caro de la carta. Era una marisquera. Les traen los instrumentos de comer marisco y ella se pone a mirarlos como quien mira y dice ¿y esto para que sirve?.
También estábamos personas interesadas en la buena comida del restaurante.
A mi la comida me ha estado muy buena y la conversación de los próximos me ha inspirado estas letras de entretenimiento. No se si los acompañantes no se habrán ido directamente al Viaducto, que esta próximo. Yo creo que no, se les veía curtidos en mil batallas.
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