PAREJA DE SINIESTROS
SON TAL PARA CUAL
Hace mucho tiempo, más o menos desde que declaró su afición a los bonsáis, que a Felipe González se le fue poniendo cara de Yamamoto. Entre su flirteo con la OTAN, la reconversión industrial, la bodeguilla, los Roldanes y los GAL, su público se iba desencantando poco a poco, convencido de que le habían colado a un socialista de plástico reconvertido en un robot japonés. Ni las traiciones ideológicas ni los pelotazos con gomina ni los hermanísimos de Alfonso Guerra: nada explica mejor el fiasco que resultó el gobierno del PSOE que la boda del superministro de Economía, Miguel Boyer, con Isabel Preysler, la reina de la revistas del corazón. Ay, creíamos que era socialismo y era socialité.
Umbral definió el felipismo como "la década roja", pero hoy sabemos que se le fue la mano con el color, que "la década rosa" hubiera sido una denominación mucho más precisa, no sólo por la frivolidad criminal de sus mandarines sino por el simbolismo de ese anagrama, que, más que una rosa, era un capullo en toda regla. También fue Umbral quien dijo que un académico es un señor que, al morirse, se transforma en sillón, pero a Felipe no le hizo falta certificado de defunción para metamorfosearse en un sillón de cuero en Gas Natural, una jugosa teta pública de la que estuvo mamando durante cuatro años. Se embolsó medio millón de euros antes de dejar el trabajo porque, según dijo, allí se aburría mucho. La reconversión industrial bien entendida empieza por uno mismo.
Pocos detalles definen la mandanga del bipartidismo como el hecho de que, desde antes de llegar al poder, José Mari Aznar empezara a copiarle a Felipe el acento andaluz y diversas expresiones icónicas, entre ellas, "mire usted". Como he comentado ya en otras ocasiones, el PP no era más que la continuación del PSOE por otros medios, a veces exactamente por los mismos medios. Por aquel entonces, José Mari y Felipe parecían la antítesis uno de otro, pero en realidad eran la síntesis dialéctica del régimen del 78, del mismo modo que en los Estados Unidos demócratas y republicanos ofrecían desde siempre una ilusión de alternativa tan monolítica como el Partido Comunista Soviético.
"El PSOE ya no es el PSOE" dice Felipe, que sigue siendo aquel trilero del referéndum sobre la OTAN en 1986. Muchos ingenuos atribuyen estas invectivas furibundas a los achaques de la edad o a la falta de medicación, pero no nos engañemos: en realidad, Felipe está más joven que nunca, a dos pasos de ingresar en Falange. Hace nueve años dijo que la dictadura de Pinochet respetaba los derechos humanos más que el gobierno de Maduro y lleva más de una década haciendo de mamporrero del PP.
Ahora la metamorfosis se ha cumplido hasta tal punto que, entre la avalancha de ataques al gobierno de Sánchez, cuesta distinguir cuáles son de Felipe y cuáles de José Mari. Es una reedición en carne y hueso de aquella novela corta de Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, donde un científico, en su obsesión por separar el bien del mal, toma una pócima que lo transforma en un criminal sanguinario. Una tras otra, las adaptaciones cinematográficas cometen el error de encargar los dos papeles al mismo actor, cuando es evidente, por ciertos detalles de la narración, que la apariencia física de ambos es completamente distinta. La semejanza está en el interior, al igual que en el extraño caso de Felipe y José Mari, quienes al final se han convertido prácticamente en el mismo jarrón chino.
NO SON UN JARRÓN CHINO, SON UN JARRÓN DE LOS CHINOS.
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