MUERE A LOS 100 AÑOS KISSINGER EL ASESINO DE SALVADOR ALLENDE QUE PUSO AL CRIMINAL GENERAL PINOCHET PARA ASESINAR A MILES DE CHILENOS
El que fuera máximo máximo exponente de la política internacional estadounidense deja un legado criminal.
El de principal asesor de Richard Nixon en las guerras genocidas y de tierra quemada del Sureste Asiático, el de cómplice en la implantación con ayuda de la CIA de dictaduras anticomunistas en América Latina (Chile, Argentina, Uruguay...), o el de inspirador de la Operación Cóndor que permitió a los Pinochet, Videla y compañía torturar, asesinar y hacer desaparecer a miles y miles de opositores de izquierda.
Pero su pasado le persigue. No hace mucho, Bernie Sanders, aspirante a la candidatura demócrata a la presidencia de Estados Unidos, le sacaba los colores a su rival Hillary Clinton por desear contar con el apoyo y consejo de Kissinger, y aseguraba que éste fue un secretario de Estado "destructivo", por lo que está orgulloso de que no sea su amigo. Cuando publica algún nuevo libro, las reseñas más sesudas le reconocen sus méritos, pero también abundan las que le recuerdan las viejas vergüenzas que le harían quizá más acreedor al banquillo de un tribunal internacional que juzgue genocidios o crímenes de guerra que al altar de la excelencia académica o al olimpo de los grandes hombres de Estado.
Con todo, Kissinger, que un día dijo en referencia a Chile que "no hay que permitir que un país se vuelva comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo", lleva décadas publicando obras que ayudan a entender mejor el mundo, aunque su óptica esté deformada por una ideología disfrazada de objetividad y ciencia política, pero al servicio de los supremos intereses norteamericanos. La más recientes, publicadas en castellano por la editorial Debate, son China y Orden mundial.
Esta última constata que Estados Unidos ya no tiene la capacidad –puede que tampoco la voluntad- de imponer su propia idea de orden global, después de los fiascos sufridos en las últimas décadas (Afganistán, Irak...) y de la aparición de nuevos actores internacionales. Y reconoce la dificultad de tomar partido entre dos opciones que han marcado la política exterior de su país: la idealista y la realista. Apuesta por un modelo mixto, al tiempo que abjura tanto de la idea de Samuel Huntington de "choque de las civilizaciones", como de la de Francis Fukuyama del "fin de la historia".
Llama la atención que no haya ni la más mínima referencia a los golpes en Chile y Argentina, con los que tanto tuvo que ver. Como si la omisión purgara la culpa. Y tiene la desfachatez de asegurar sobre Vietnam: "Las acciones militares que ordenó el presidente Nixon –y que yo, como consejero de Seguridad Nacional, respaldé-, junto con la política de flexibilidad diplomática, llevaron a un acuerdo en 1973". Como si después de la firma no hubiera habido una pavorosa campaña de bombardeos masivos sobre Vietnam del Norte. O como si no hubiese habido guerras secretas e ilegales en Camboya y Laos que causaron centenares de miles de muertos y que todavía hoy tienen ambos países sembrados de millones de bombas sin explotar. O como si aquello hubiera sido una victoria, cuando en realidad fue el principio de la caída irrefrenable hasta una derrota militar sin paliativos, la más humillante de la historia de Estados Unidos.
EN RESUMIDAS CUENTAS UN CRIMINAL ASESINO MUY AL ESTILO YANKI DE DUEÑOS DEL MUNDO
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