Guerra civil en la izquierda, el escenario de costumbre
La izquierda nunca decepciona en la crónica de sucesos. Tampoco a los que no se aburren de ver secuelas de una película que conocen desde hace tiempo. El impulso romántico con el que se inician los procesos se convierte en furia autodestructiva unos años después. Se hacen autocríticas a golpe de cimitarra. Los liderazgos carismáticos de un tiempo atrás pasan a ser algo más que prescindibles, en ocasiones hasta nocivos. Y lo peor es cuando necesitas un máster en Ciencia Política –un doctorado vendría mejor– y haber leído diez libros para entender a los ideólogos de la cosa.
Yolanda Díaz puso fin el lunes a su liderazgo en Sumar para asumir las culpas por el fracaso en las elecciones europeas. Hasta ahí, todo correcto, casi inevitable. Lo que ocurre es que ella fue la promotora de Sumar como partido y como coalición que agrupaba a no menos de quince formaciones, un número imposible de gestionar de forma coherente. ¿Qué queda entonces de Sumar? Si es sólo la coalición, su futuro está en duda y es cuestión de tiempo que desaparezca como tal. No es ser muy exigente pedir que Sumar necesite para sobrevivir una estructura propia, un liderazgo y unos órganos de dirección o coordinación o la palabra brillante que se le ocurra a alguien ese día.
Yo me pregunto ¿qué coño han aprendido estos en su paso por la Facultad de Politicas?
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