martes, 24 de mayo de 2022

EL OPORTUNO COVID DE LA REINA SOFIA. ¡UF QUE ALIVIO!


 BRIBON, QUE BIEN TRAIDO EL NOMBRE

SOLO LA REINA SOFIA LE HA DADO LA ESPALDA AL BRIBON.

Lucimos unas tragaderas de tamaño monumental en esta España mía, esta España nuestra. ¿Dónde están tus ojos, dónde están tus manos, dónde tu cabeza? En esas tragaderas tiene cabida todo lo que gusten echarnos, basuras, bazofias, mentiras. Aguantamos carros y carretas. Se ríen de nosotros y nos dejamos humillar como individuos sin carácter, inteligencia ni voluntad. Hacen primero un intento y cuela. Entonces ya no hay remedio. El estrecho canal se va abriendo poco a poco, miramos cómo se ensancha y nada hacemos, hasta que por allá pasan los petroleros como en el canal de Suez. 

¿De verdad tenemos que aguantar el singular espectáculo del emérito manilargo paseándose ufano y medio chulesco por plazuelas y paseos marítimos? Quien tanto se llevó, quien tanto engañó, quien tanto decepcionó, ¿puede lucir palmito de tronío como si de un torero de postín se tratase? Era de ver el triste panorama del paseíllo en Sanxenxo, aclamado por unos alegres ciudadanos a los que parece que les ha encantado que el monarca les haya metido la mano en el bolsillo para sacarles unos cuantos billetes, ganados con sudor y lágrimas, para gastárselos en bribonadas, safaris y viajes de ensueño. 

Inasequible al desaliento, su ajada majestad luce sordera selectiva, que nada escucha de quienes le recomiendan mesura y moderación, un cierto recato porque toda España, y medio mundo, ha sido testigo, en un proceso muy doloroso, de sus fraudes millonarios, de sus delitos sin cuento, de sus ansias desbocadas de dineros. Habrá que recordarle, a quien saluda con desparpajo al respetable como si no tuviera mil vergüenzas que ocultar, que aún pululan por los tribunales londinenses las consecuencias de sus devaneos con la célebre empresaria alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein, nunca llevados con aconsejable discreción, sino retransmitidos a todo color por las televisiones de medio mundo. Es ella, nos señalaba el emérito. Pues ahí anda reclamando la susodicha dama 60 millones de euros, gravoso fornicio, vive dios, rematado con hiriente ludibrio.

¿Podríamos pedir que nunca, jamás, vuelva a repetirse este bochorno? Ignora el Ojo, y la verdad es que le importa un rábano -allá ellos en sus palacios- si los actuales representantes de la monarquía española -todavía esa absurda antigualla sobre nuestras cabezas- son conscientes del daño reputacional que les causa el deambular de su padre y abuelo. Porque no es el caso del primo lejano dicharachero y protagonista de claros excesos -una borrachera, una rayita- que vuelve de vacaciones. No, no. Fue el jefe del Estado de este país durante cuarenta años. Y los delitos que se le adjudican -inviolabilidad o prescripción aparte, feas ayudas- son de una gravedad descomunal. 

¿Tendremos que salir a la calle la próxima vez que quiera chulearnos el emérito para gritarle en voz alta unas cuantas cosas, mostrarle unas pancartas con sus desmanes, dejarle bien claro que no queremos ni verle, que mejor se esconda y no nos muestren sus desgraciadas miserias los Borbones, que por aquí siguen mandando? “Explicaciones, ¿de qué?”, se encara el desahogado. Nos enfada, nos irrita, nos sulfura. No jueguen con fuego, por favor. 

¿Y qué me dicen de los finos analistas políticos, que ante la proximidad de las elecciones andaluzas, la reelección a la búlgara -qué vergüenza- de la reina del vermú madrileña y sus pandillas callejeras, amén de un último papel del CIS que sonríe al PP, se les ha olvidado, así, de pronto, lo han borrado con estropajo de aluminio, que todo lo que puedan conseguir las derechas lo harán porque irán subidas a los lomos de las ultraderechas? Qué barbaridad, qué zafiedad en el estudio de los datos. Porque hasta hace bien poco, todos diferenciábamos, como es obvio, entre la derecha más o menos civilizada del PP, y la troglodita de Vox, hacha de sílex para cortar el jamón. 

Resulta que nos comemos este tramo del análisis, y quieren hacernos tragar con sus silencios o lavado y centrifugado, que la derecha de toda la vida, la de Aznar y sus miserias, la de Rajoy y sus múltiples corrupciones se ha recuperado de forma milagrosa -¡Oh, Núñez Feijóo, santo niño de Orense!- y que por méritos propios, moderación, aporte de soluciones, etcétera, se acerca peligrosamente a los socialistas hasta perfilarse como posible ganador de las próximas elecciones generales, largo me lo fiais. Conste que en ningún sitio está escrito que la izquierda va a ganar, sí o sí, esas elecciones, por supuesto que puede perderlas, no faltaría más, pero conviene que sepamos con claridad qué fuerzas metemos en la túrmix de la oposición. 

Porque esa victoria de la derecha solo sería posible con la suma de los diputados de Vox. Y aquí frenemos un momento. ¿Estamos dando por bueno que el partido de Abascal es homologable con la dignidad de las personas, que el ideario ultraderechista que defiende no es un atentado en toda regla a los derechos humanos de millones de ciudadanos? No, no, esa operación, si quieren que pase por decente, debe ser bien explicada y perfectamente expuesta. A saber: Núñez Feijóo solo puede gobernar -con los datos actuales, por supuesto- si se tapa la nariz y hace como ha hecho en Castilla y León, gobernar con esa ultraderecha que en Europa desprecian y de la que los demócratas, por muy de derechas que sean, huyen como de la peste.

 Adenda: ¿Se puede sentir otra cosa que no sea asco ante las conversaciones grabadas del inefable Villarejo? ¿Y otro sentimiento que no sea desprecio por el partido político que fulge de decente y de valores patrios, enfangados hasta las cachas sus dirigentes en la miseria de la corrupción, año tras año? ¿Y sus actuales mandos, todos ellos criados a los pechos de aquellos desalmados, de nada tienen que arrepentirse? ¿Unos y otros van a continuar dándonos lecciones de decencia? ¿Tragaderas,


decimos? Todo explicado: YO EL REY.


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